En la puerta me encuentro con Juan (Incardona). Está molesto por una conjuntivitis pero insistió en venir a pesar de todo. Así es Juan. Hermosa obstinación.
Entramos y todo es muymalba. La gente se mira, unos y otros hablan bajito, entran de a poco al auditorio, se cruzan saludos, abrazos, risas y cómo estás.
Nos sentamos atrás de todo, yo sólo saludo a la familia de Ariel y Juan a algunos otros que están cerca nuestro. Más adelante, en el medio del auditorio, están el matrimonio Cohen-Speranza. Más adelante todavía, Daniel Link, Vivi Tellas y otros tantos de quienes no sé el nombre y por eso no menciono.
La presentación comienza con un espectáculo muymalba progresismo artístico que pone en el escenario a dos cantantes líricos mediocres (una mujer y un hombre), además ciegos. Todos escuchamos en silencio, respetuosos y aplaudimos al final. Viva la cultura argentina. Niños en el programa de Susana, tetas y enanos en lo de Tinelli, y bastones blancos en el MALBA. Pienso que no leí la novela y que lo más probable es que el espectáculo tenga alguna relación con eso, y que entonces soy una tarada que debe leer antes de hablar.
Pienso en qué piensan todos y cada uno mientras escuchan estos cantos que incomodan.
Llega más gente. Los de Eloísa Cartonera se sientan en las escaleras. Llega Fogwill y se sienta en las primeras filas.
Los textos de presentación son muy académicos. Empieza Ariel, casi un performer, lee su crítica con ritmo de poesía, levanta la mirada, se pone solemne cuando cita. Ariel es divertido. Sigue Pauls, en un tono más accesible y termina Panesi, el más académico y extenso de todos. Bellatin lee un texto desopilante a modo de agradecimientos. Damián Ríos agradece y de a poco salimos del auditorio.
Hay vino y conversaciones varias. Hablamos con gente conocida y otros que yo no conozco. Diego Rojas nos saluda y después de unos minutos dice que le gustaría entrevistar a Bellatín para el interpretador. Lo conoce y además leyó su obra. Nos parece una buena propuesta y más tarde se lo comentamos al mismo Bellatín, quien acepta gustoso y nos da su dirección de mail. Saludamos a Pauls, quien dice seguir el sitio y que le parece muy interesante.
Conversamos con Cucurto, Gabriela Bejerman (que se la pasó sacando fotos, supongo que para su fotoblog) y otros. Se comenta la publicación de “La joven guardia”, la antología de jóvenes escritores, que se presenta hoy en el Centro Cultural Torcuato Tasso.
La gente continúa sus conversaciones afuera. Salimos (ya cierran). Afuera del MALBA están los de Eloísa vendiendo libros y remeras. Me compro un Bellatín a cuatro pesos. Me ofrecen por un poco más una remera. La miro y veo que dice “Mari te amamos”, tiene un corazón y una llavecita. Me parece genial para mi verano (me llamo Marina) y la llevo. Una chica saca fotos. Los cartoneros, Juan, yo y otros posamos.
Otra. Flash. Otra. Flash.
Los “grandes” nos miran, gritan algo, no entiendo. Alguien me dice que le dé el libro a Bellatín para que me lo firme. Se lo doy, lo firma, agradezco y no sé cómo de pronto nos sacan fotos. Tampoco sé cómo, Link se cuela en esas fotos y posamos los tres.
Pienso en cuando le cuente esto a mi mamá y me río. A ella le gustan estas anécdotas.
La gente se mezcla y conversa. Ariel me dice algo así como “¿Vamos a comer, no?”. En ese segundo pienso a quién incluirá el “vamos”, que no tengo plata encima (ya gasté casi todo lo que tenía) y que si no viene Juan no voy. “Vamos”, digo. Me acerco a Juan para decirle que vamos a comer con Ariel y Cía., él duda, no se siente muy bien. Insisto. Dice que sí.
Vemos que Fogwill se está por subir a un taxi. “Andá a hablarle”, dice Juan. Lo miro con cara de ¿qué le digo?, y como esas cosas que no se piensan, me acerco y tenemos un diálogo más o menos así:
LM: Soy de el interpretador. Elsa te manda saludos.
F: Decile que se vaya a la concha de su madre. ¿Vos quién sos?
LM: Marina
F: Marina qué?
LM: Kogan.
F: Una judía más. Hay muchas falsas como Kalish. Vos sos de verdad. Bueno, decile a esa puta que me escriba que no tengo con qué hacerme la paja.
Me aparté. Daniel Link y Bellatín se subieron al mismo taxi.
Unos minutos más tarde quisimos subir a otro taxi con Ariel & Cía, pero éramos demasiados así que nos dividimos.
Fuimos con Juan hasta el restaurant árabe que los demás habían elegido. En la mesa estaban sentados Fogwill, Malena, Damián Ríos, Daniel Link, Bellatín, un chico mexicano de unos terroríficos ojos saltones, Ariel con Carlitos, Oliverio Coelho y Cecilia Pavón. Minutos más tarde llegó Sebastián Freire, el fotógrafo (pueden ver en un post más abajo una foto de él) y novio de Link.
Yo estaba feliz con esa comida que conozco y me gusta tanto. A Juan no le gustaba. Yo expliqué a los de alrededor qué era cada platito de la picada.
Los diálogos fueron y vinieron en forma amable. No es importante la reproducción. Se habló de el interpretador, Fogwill intercambió algunas palabras altercadas con Juan, que también aprovechó para aclarar su anécdota “buzito azul” con Link, y yo hablé bastante con Carlitos, Ariel y Sebastián.
Con el café nos enteramos de que Link sabe leer la borra. Fue Carlitos el primero en entregar su taza. Yo fui la segunda, pero entregué la taza de Sebastián, en un acuerdo para no decirle que se trataba de la taza de su novio. Pronosticó un incendio, una enfermedad viral (todos dijeron gripe pero él fue claro: HIV) y una situación de estress superada con éxito. Le dijimos que se trataba de la taza de Freire y no pareció molestarse ni que le importara demasiado.
Cuando nos levantamos para salir, Ariel se animó a saludar a la modelo que estaba en otra mesa (el lugar estaba vacío y no era lujoso, sólo la mesa ocupada por nosotros y la que luego ocupó la modelo y otra mujer que podría ser su madre) y que hacía rato Sebastián y Carlitos querían saludar. Ella respondió amable. En la calle me preguntaron por qué no fui a saludarla yo también. Les expliqué que no hubiera tolerado su mirada competitiva.
Nos dispersamos. En el camino a mi casa, comentamos con Juan todo lo que había sucedido, especial por lo inesperado, por la sucesión de cosas distintas y dispares, por cómo uno nunca sabe –por suerte- dónde puede terminar una noche en la que pensaba estar a las diez cenando en casa con sus padres. Una suma de nombres “importantes” de un círculo pequeño y cholulo como todos. Una anécdota y una noche divertida. Algo lindo para postear en el blog.