Lolamaar

martes, enero 31, 2006

 

Escenas del pasado

Octubre de 1999. Fin de quinto año. La historia con A. empezaba difícil y clandestina. Él estaba en ese eterno estado casadoseparándose, tenía una hija y vivía a 1400 km. de Buenos Aires. Yo estaba ahí, acá, en ningún lado, enamorada como nunca.

En esa época, él venía a Buenos Aires por trabajo, al menos una vez por mes, a veces más. Llegaba el año 2000 y parecía que el mundo iba a terminar, empezando por los gigantes electrónicos que desde algún lugar cuidan nuestras vidas. Él venía para eso, para trabajar con esos gigantes que en el 2000 dejarían de andar y apagarían el mundo.

Semanas después de que estuvimos juntos por primera vez, en un departamento que mi hermano prestó asustado y yo acepté más asustada, cité a A. en un bar. Había escrito lo que tenía para decirle por si en el momento no me salía hablar.

Le dije que así no. Que yo estaba muy enamorada de él (más que él de mí, en ese momento, y más de lo que yo había amado nunca) pero que así no. Que si él tenía que salvar un matrimonio, yo no entendía qué hacía ahí, acá, sentado conmigo, en Buenos Aires, tan lejos de su casa. Y que si no, si sabía que esa historia ya había terminado, si no tenía nada que salvar, tampoco entendía que hacía ahí, acá, sentado conmigo, en lugar de separarse, de empezar una vida mejor, de intentar cuidar a su hija para que no sufra. Le dije que me parecía mediocre, que veía en él un montón de miedos que lo dejaban paralizado.

Le dije todo eso sin leer nada de lo que lo había escrito. Le repetí que lo amaba pero que prefería dejarlo y seguir mi vida. Le dije que por mi parte, yo había entendido que no quería ser la amante de nadie, que era demasiado chica para eso y que además no me gustaba ese lugar. Si después de eso nos encontrábamos, todo iba a ser mejor, y sino, no iba a ser nada, pero se acabarían los miedos, los dolores de panza, la vida tendida de un hilo siempre a punto de cortarse.

Dejamos de vernos y hablar durante tres meses. En el medio, la ex mujer llamó a mi casa y escandalizó a toda mi familia. Esa es otra parte de la historia.

En enero del 2000, después de los fuegos artificiales, y con el mundo todavía vivo, me llamó para darme su número de teléfono y la dirección de su nuevo departamento. Además decía que quería verme, y escribía que quería amarme.

Salió bien. Podría haber salido mal. A veces sale mal.

El amor duró cuatro años.

Cuando estoy un poco perdida, recordar la escena en ese bar, a mis diecisiete años, me hace volver a un eje que me tranquiliza.

lunes, enero 30, 2006

 

Escenas de un big bang

Ayer leí sobre el instante inaugural del amor como una explosión, como un big bang.
Hoy me contaron una escena. Interior/Día. Primeras horas de la mañana.
La mañana podría haber sido romántica, los rayos de sol al amanecer podrían haber iluminado la habitación, dibujando figuras en la pared por las sombras y reflejos de piernas y brazos enredados. Ellos podrían haber despertado juntos y sonreir, darse un beso y celebrar el (re)encuentro. Sin embargo, no.
Afuera llovía. Ella se levantó como cualquier otra mañana, se bañó y lo despertó con apenas un golpe suave en la espalda, y sin ganas de hablar.
Porque el instante final del amor, o incluso la obstinación, cuando el amor ya terminó, también es parte del big bang,
los restos de la explosión,
las estrellas que vemos brillar en un engaño
porque a millones de años luz, ya no brillan:
están muertas.

viernes, enero 27, 2006

 

Verano en la ciudad a bordo del 160

De marzo a diciembre, en el colectivo 160, se ven jóvenes con carpetas de dibujo, chicas con su indumentaria diseñada, lentes de cine independiente, maquetas de edificios soñados, y sueños con plantas, organismos, estrellas y teorías matemáticas.
También, jóvenes que esperan terminar el ciclo básico con algo de ansiedad por empezar su carrera y estar enserio en la facultad.
O no. Jóvenes que simplemente van y vienen y ven por la ventana del 160 (A) cómo pasan los días entre el Río de la Plata y los aviones de Aeroparque.

Entre enero y marzo, alrededor de las siete de la tarde, en el 160, olor a transpiración mezclado con el cloro de una pileta masiva, musculosas y bikinis, ojotas para todos, piel bronceada y lentes de sol. Chicas sueñan con chicos mientras ellos las miran pasar antes de sumergirse en el agua y por qué no unos besos, entre conversaciones que quizá empezaron al sol, en el borde de la pileta, entre mate y mate de un termo que se termina en el colectivo, antes del saludo que los despide cuando uno tiene que bajar.
O no. Jóvenes que simplemente van y vienen y ven por ventana del 160 (A) cómo pasan los días entre el Río de la Plata y los aviones de Aeroparque.

jueves, enero 26, 2006

 

De amores

Por todos lados, conversaciones sobre el amor. Parejas nuevas, algunas que se separan, apariciones de los ex, dudas, certezas y mucha conversación pseudo teórica y experiencial sobre el amor. Si los hombres tal cosa. Las mujeres. Yo qué. Vos qué. Él. Ella. Llamados. Mensajes de texto. Palabras y palabras rodean al amor.
Desde el dermatólogo hasta la clase de yoga, colectivo 151 mediante, un montón de pensamientos que hubiera sido mejor no... Como si de pronto hubiera entendido algo. Razones para el desamor de... Entonces esto... ¿fue así? Fue así. Y ahora. Ahora claro.Y todos los miedos del presente. Hice un llamado desde un locutorio. Un poco ridículo, sí. Tengo miedo de que...
de que un día no me quieras más.
Y a la noche, con mi amigo S., charlar sobre lo que podría llamar el baqueteo del amor. Pérdida de la inocencia, o lo que sea. Cuesta creer después de haber creído alguna vez, y otra, y que nada de eso haya funcionado. Siempre pasa. Siempre es probable (lo más probable) que en algún momento no funcione y se termine. En el medio se aprende que uno puede solo. Que el otro siempre es otro y que entonces puede no estar. Pero no. Yo quiero desaprender:
Me imagino un spa amoroso, un mar para flotar mientras se caen las escamas de la resistencia, un abrazo cálido y esos ojos claros, para desenredar el nudo, para cerrar heridas, para volver a amar hasta la locura de creer que puede ser para siempre.
(aunque al final de todo, como siempre, no lo sea).


miércoles, enero 25, 2006

 

Entre besos y malhumor (los males burgueses)

Ayer a la tarde D. me acompañó a Galería Jardín para ver computadoras. Unas cuadras antes de llegar y antes de la lluvia de las seis de la tarde, vi, por primera vez, un local de falabella y pedí, como loca, o como niña en disney, entrar para ver todo. Un ratito. No. Sí, un ratito. Bueno. Y entramos. Me reí entre los colores de falabella y el mal humor de D. Pocos minutos después salimos y llovía mucho. Faltaban dos cuadras para la Galería Jardín. Esperamos bajo un techito. La lluvia no paraba así que cruzamos a un Burger. Había tanta gente que antes de llegar a la caja, paró un poco y entonces seguimos. Inversión de roles. En Galería Jardín, mi mal humor. Odio preguntar por computadoras, que me hablen en ese idioma de procesadores y velocidades, que me miren como si fuera una estúpida porque hago "uso hogareño", "word e internet", "reproductora de DVD", "no, nada más". Para qué quiero una computadora, pienso, si sólo es para eso. Pero eso, a veces, parece esencial. Mal humor y malas caras. Me preguntaban para qué y le pedía a D. que respondiera por mí. Yo pienso que son todos unos chantas que quieren aprovecharse de mi ignorancia. Mientras, D. miraba monitores y yo me debatía si comprar la notebook que me ofrece mi amigo P. o un equipo nuevo, enorme y nuevo, todo para mí, a unos dólares más. No sé. Este tema me estresa. Sólo quiero dormir y que al despertar esté la computadora divina, encendida en mi casa.

lunes, enero 23, 2006

 

La entrega

La Fundación Proa queda en La Boca. Almorzar ahí, un lunes, en medio de turistas, no estuvo nada mal. Después, entregar las carpetas. Un ratito de cola y entregar. Siempre me pasa lo mismo, voy más o menos confiada, pero estoy ahí y veo a los que concursan por lo mismo y creo que lo mío es tremendo, malo, malísimo, improbable de ganar cualquier cosa. Ya me pasó en el ingreso al Buenos Aires. Yo y mis doce años, un examen de matemática demasiado difícil y junto a mí, un niño japonés que no paraba de hacer cuentas en la calculadora mientras yo lo miraba sin saber por dónde empezar. No sé qué fue del destino de ese chico, pero en ese examen (que fue una masacre total) yo me saqué 22 sobre 50 y él (me acuerdo porque presté especial atención) 10 sobre 50. Así que no sé. La lógica de mi inseguridad funciona aparte. Después nada es genial. Al Buenos Aires no entré. Y probablemente esta beca no la gane. Ya conté alguna vez que soy una chica ochonuncadiez, y así sigue la vida. En la cola vi a un director que el año pasado (mentira, en el 2004) ganó el concurso George Meliés con un cortometraje vergonzoso. Y sí, así sigue la vida. Mientras tanto, mientras no gano becas, y no destaco demasiado, pero sigo pensando, me cruzo con gente valiosa que de pronto se interesa por las cosas que hago, y entonces sí, algunas salen, sin grandes premios ni honores, pero con prepotencia de trabajo, que en el fondo, sin luces ni glamour, es lo que mueve un poco el mundo.

 

Presentación

Exhausta, después de mucho escribir, en un rato presento la carpeta para la beca de guionistas. Es lo único que puedo contar, y agradecer a todos (fueron varios) los que me ayudaron para terminarlo.
Ahora, entregar y olvidarme hasta el 10 de marzo. O seguir trabajando en eso. Veré.
O empezar a vivir más, o a deprimirme porque ahora sí, enero en Buenos Aires, sin beca que preparar, volverá a ser aburrido como siempre.

viernes, enero 20, 2006

 

Derivaciones

No sé cómo ni por qué, el miércoles, yendo a Banfield con mi papá y mi hermano, hablamos del apellido de D y mi papá exclamó:
--Quiere decir campo florido!
Me imaginé un strawberry field con mucha música y color. Y me encantó. Y me encantó que mi papá lo exclamara así. Y que D. tuviera un apellido con el que mi papá pudiera exclamar eso. Y así todo. Tanto, que ayer conocí a la abuela de D. 95 años. Divina. Divina mal. Elegante, delgada, lúcida, erguida, no quería tomar el brazo de su nieto para cruzar la calle. 95 años y muchos deseos. Quiere mudarse porque vive en el mismo lugar hace 62 años. ¿No es genial?
Con D. intentamos decirle que no es tan bueno mudarse.
Quiere irse de vacaciones. Quiere salir del barrio.
95 años, un campo florido, y por dentro, una chica que asoma joven entre las arrugas y los ojos pequeñitos de 1911.

jueves, enero 19, 2006

 

Ateísmo

Leyendo el último post de Pola, me acordé de esta escena:
Yo tenía quince años. Iba a Hebraica, club judío típico, bastante laico. Durante dos años hice la "escuela de líderes" (o de madrijim, como prefieran llamarlo). Al mismo tiempo, iba a una escuela laica, y la primaria la había hecho en una escuela del estado.
Cada tanto teníamos charlas con gente de distintas posturas y creencias. Un día vino un rabino conservador a conversar con nosotros. Éramos unos setenta adolescentes escuchando al hombre que preguntó:
__¿Alguno de ustedes no cree en Dios?
Yo por mis adentros siempre me incomodaba cuando llegaban este tipo de cuestiones. Pero ese día, me regocigé en mi marginalidad y levanté la mano.
Fui la única que levantó la mano, entre setenta chicos de quince años, para decir que no creía en Dios.

martes, enero 17, 2006

 

Cambios

El lunes tengo que presentar esto:

Una sinopsis (máximo 2 páginas)
Un tratamiento (8-10 páginas)
Una carta de intención, o justificación conceptual del realizador sobre su proyecto
Un Curriculm Vitae del postulante
Un presupuesto estimado del proyecto
Cualquier otro elemento considerado necesario para la comprensión del proyecto.
En caso de contar con trabajos previos realizados, es optativo incluirlos.
Una copia de los documentos en versión electrónica grabados en CD.
* * *

Y yo, que soy muy ordenada, organizada y planificada, tenía la historia lista, con un esquema divino en el corcho del escritorio de la oficina, donde robo tiempo del trabajo rentado porque todavía no tengo compu en casa ni mucho tiempo más de lucidez cuando pasan estas ocho horas diarias, obligatorias, acá adentro.
Entonces me despliego en mi oficina. Pienso la historia, armo el cuadrito, me pongo a escribir. El viernes viene a una reunión un Productor X con el que siempre trabajamos, que me pregunta qué estoy haciendo y yo le cuento. Bla, bla, bla, sí, bla, claro, entonces, bla. Qué bueno, qué bueno. Dice. Y que le mande todo. Que me ayuda con el punto del presupuesto (el que a mí me cuesta), que lo vemos, etc, etc. Un sol.
Y yo se lo mando.
Esperen.
No sueñen con ningún llamado salvador del estilo: lo que hiciste es genial, mañana empezamos el rodaje. Esas cosas (a mí) no (me) pasan.
Pero bueno, se lo mando el viernes y calculo que hoy, martes, lo llamo para ver qué pasó. El cálculo, por suerte, no fue necesario, porque ayer a la tardecita, mientras se iba mi amigo electricista y llegaba Nessie con su amigo F. para visitarme después de las vacaciones, el Productor llamó y hablamos cuarenta y cinco minutos por teléfono. Que esto sí. Que esto no. Que mejor fijate si por acá. Yo escuchaba todo y pensaba si lo que había escrito no era una estupidez. Él me hablaba con la mejor onda y yo me moría de nervios. Después, cuando le conté todo esto a D., me di cuenta (gracias a él, porque yo no me doy cuenta de estas cosas cuando me agarra un ataque de inseguridad infantil) que el Productor me hablaba de igual a igual, me hablaba de coproducción española y nombres de actores verdaderos. Y yo así, abandonando a mis amigos en el living de casa. Cuando corté tuve que bajar a abrirle a Nessie y no pudimos conversar nada.
Me quedé dando vueltas y vueltas sin encontrar salida a los problemas que tenía la historia. Salí. Me dormí. Me levanté. Y recién en las trece cuadras que caminé hoy a la mañana desde casa al trabajó vislumbré por dónde podían pasar los cambios.
Llegué a la oficina y reescribí todo. Durante la hora después de haber terminado el nuevo relato, casi me vuelvo psicótica. Ahora tenía dos sinopsis! ¿Qué hacer? No puedo depender todo el tiempo de otras opiniones. Voy por una. Voy por la última. ¿La mando? La mando. Escribo un mail bastante extenso para el Productor y le envío el archivo adjunto. Cuando más tarde miro los elementos enviados veo que el mail salió con el adjunto pero sin ningún texto en el mail que dijera todo lo que yo tenía para decir. Lo que explicaba se había borrado. O algo así.
Me fui a almorzar y a la vuelta encuentro el mail donde dice que lo llame así me comenta. Un postdata de que le gustó y es producible.
Lo llamo. Hablamos de esto, de lo otro y de que así va bien.
La conversación terminó con un amabilísimo "presentalo así y después yo te lo produzco".
Todavía me queda mucho, mucho por escribir. Pero por favor, no más cambios.

lunes, enero 16, 2006

 

Cosas del fin de semana

I
Pensando que a esa hora y después de la película que pasaron (Pandillas de Nueva York), no lo iba a ver nadie, les cuento, feliz, como si fuera una chica Suar, que a la orilla midió 8.7 de rating. Un montón. En todo el país. Mi amiga C., de vacaciones en el Norte, me mandó un mensaje a las dos de la mañana, para ver si ya lo habían pasado. Le escribo que sí. Estoy en el taxi volviendo a casa, suena el teléfono, es ella: en Jujuy lo empezaban a pasar a esa hora, ella estaba en un lugar con otra gente, atenta a Telefé Cortos y a a la orilla, que en la voz de Kuchevatzky se presenta escueto, pero presentación al fin. La magia de la televisión. El corto en la tele y para todo el páís.
Yo lo vi en casa de D., con Her y Garla, el público nuevo. Los amigos nuevos. Yo soy la nueva. Ellos también.
II
Hace unos días le regalé a D. el último libro de Cucurto. Ayer nos dimos cuenta. O ayer me dijo. Me mostró: el nombre de una ex en un lugar del libro, y el nombre de otra ex en otro lugar del libro. Ejem. Ouch. Debería hacer una dedicatoria gigante firmada con mi nombre. ¿No?
O cómo recorrer la vida amorosa de D. en el libro de Cucurto.
En fin.
III
El sábado, antes de salir, vi los últimos minutos de Cuando Harry conoció a Sally. Una vez más. La vi. Una vez más. Termina y yo lloro como una estúpida. Como si deseara y pudiera volver a creer en el amor para siempre.
Amorparasiempre. ¿Existís?
No sé. Pero aparecés en las películas y me hacés llorar.

domingo, enero 15, 2006

 

Un poco de queja

Hace ocho días que llueve en Buenos Aires. Basta. Me cansé ya. Todo bien porque al principio uno piensa en los de la playa y la alegría por la pena del otro que está ahí y uno acá, yendo a la oficina todos los días. Ok, sí, está eso, entonces una pequeña cosita satisfactoria de que llueva en la costa cuando uno no tiene vacaciones. Pero al octavo día no. No da, mejor sol para todos, porque llega el fin de semana y ni a pasear se puede ir. Hay casa nueva, hay amor, hay proyectos y hoy pasan mi corto en telefé, así que la vida es feliz. Pero tampoco como para bancar la lluvia tantos días seguidos y ni un poco de sol y ni un poco de luna llena de ayer, que cada vez trae menos malos recuerdos aunque todavía no puedo olvidar esa mala noche, cada noche de luna llena.
Hoy pasan el corto, en su versión de ocho minutos y estreno público. Estoy un poco nerviosa. D. y los amigos. Veremos qué dicen. El viernes me junte con M. y para mí fue uno de los encuentros más lindos y civilizados que tuve post corte. Conoció mi casa y estuvo bien. Hablamos de todo. Hablamos de películas y proyectos, de amores perdidos y encontrados, de la vida en general, de las casas nuevas, y de todo eso que uno habla con alguien que quiere y no ve hace mucho.
Así que ahora estoy en la casa de mis viejos. Vine a usar un poco la compu, porque ya no aguantaba estar en mi casa sin hacer nada (aunque podía leer, aunque podía escribir a mano, o aunque podía no hacer nada y simplemente estar tirada con D. pero yo eso -lo de no hacer nada- mucho no me lo banco). Hicimos cosas lindas igual: para acompañar el día de lluvia, preparamos una torta de chocolinas. No se puede decir que eso no es cute.
Tengo que ponerme a escribir ya. No había contado nada, pero en una semana tengo una presentación bastante importante. Una idea. Un argumento. Un largometraje.
Y lo tengo que hacer. Ya está ahí, todo planteado. Pero tengo que ponerme a escribir y me muero de miedo. De no tener humor, de perderme en la estructura, de no poder manejar a los personajes.
Y que todo salga mal.
Saber, además, que si sale mal (o sea, que no pase nada importante con eso), no pasa nada, no cambia nada. Renuevo mi contrato con la oficina y ya está. Y que la meta más importante vuelva a ser el aumento de sueldo.
En fin, entre la vida mediocre y el sueño del estrellato, me tengo que poner a trabajar. Dejar la queja y pasar a la acción, dicta mi manual interno de autoayuda.
Igual, la queja es un poco por divertimento, porque a veces no da que todo esté tan bien, entonces llueve ocho días seguidos, para nublar un poco la ostentación de felicidad.

viernes, enero 13, 2006

 

Inconfesable

Desde mi ventana veo cómo despegan y aterrizan los aviones de Aeroparque. No estoy cerca. Es un horizonte despejado. De fondo, a lo lejos. Los aviones van muy bajo. Tanto, que algunos parecen enormes. A veces los veo dar vueltas, esperar en el cielo, pedir pista. Por delante de ellos veo torres de veintipico de pisos. Y pienso: si acá pasara algo como lo de las Torres en Nueva York, yo lo vería perfecto. Y si tuviera una cámara, podría filmar.

jueves, enero 12, 2006

 

"a la orilla" en telefé

Domingo 15 de enero
medianoche
"a la orilla"
(versión de ocho minutos)
en
Telefé Cortos

miércoles, enero 11, 2006

 

La casa y los abuelos

La casa donde vivo era de mis abuelos. Ellos nunca vivieron ahí. Siempre estuvo en alquiler. En estos días recibo las primeras cuentas y se mezcla lo burocrático de los trámites con la presencia de los muertos. El teléfono llega a nombre de la bobe y el gas a nombre del zeide. No me impresiona. Cambié la titularidad de la línea por una cuestión práctica (además el apellido de la bobe estaba mal escrito) pero el Samuel de la cuenta de gas lo voy a dejar así. Intuyo que recibir todo a mi nombre puede ser aburrido. Y que el nombre de él en la cuenta de gas puede resultar una extraña compañía y recuerdo. Al fin y al cabo, lo sé, también a ese nombre en ese papel voy a acostumbrarme. Pero no importa.
Me gusta pensar que les gustaría saber que ahora yo vivo ahí. En ese edificio, en 1967, nació mi hermana. En ese edificio, en algún momento, por esos años, ellos eligieron invertir y ahora, tanto tiempo después, casi sin haber conocido al zeide y con muchas conversaciones pendientes con la bobe, yo estoy ahí, en una magia extraña que atraviesa los años y los lazos de familia.
La primera noche que dormí en mi casa, el sábado pasado, soñé con la bobe y con la casa grande de Av. San Martín donde ella y el zeide vivían. Ahí leían página/12 y pasaban mucho tiempo en silencio o en frenéticas discusiones políticas. Dormían en cuartos separados. Durante muchos sábados de mi infancia yo dormí allí.
En el 2006, un sábado de enero, en mi casa que fue de ellos y que recibe cuentas a sus nombres, yo soñé con aquella otra casa donde dormía los sábados, después de tomar la sopa de cabellos de ángel y mirar un poco de televisión.

lunes, enero 09, 2006

 

el interpretador nº 22


Como siempre, desde hace 22 meses,
el interpretador
literatura, arte y pensamiento
está online
www.elinterpretador.net

domingo, enero 08, 2006

 

Mi casa

Me mudé.
Llueve en Buenos Aires y en la costa. Los diarios dicen que llueve en la costa y muestran gente abrigada caminando por las peatonales costeras. En Buenos Aires llueve y por momentos, también por suerte, baja el calor.
Ayer, de día, no. No bajó. A las ocho de la mañana llevé las valijas con mi ropa. A las nueve, vino la señora a terminar de limpiar. A la una, ella terminó y yo ya había ordenado todo mi placard además de fregar los vidrios y ordenar otras cosas. Después, un flete me dejó plantada una hora y media.
Mientras esperaba al flete, me entero de que en Israel se murió un primo de mi papá, de su misma edad, como un hermano para él. Mi papá estaba conmigo. Esperábamos al flete. Fue la primera vez que tuve que decirle a alguien que un ser querido había muerto.
Las noticias de la muerte dejan en silencio. Están ahí para recordar que podemos morir en cualquier momento, que un día te podés sentir mal y morir, o ni siquiera. Estar bien y morir.
Después del silencio tuve que correr para recibir a los que me traían el sommier. Les ofrecí vaso de agua y sandwich (esto último lo rechazaron) para aplacar la culpa de que subieran dos veces trece pisos por escalera. Más tarde llegó el flete y durante horas ordené todo. Sólo quedan libros en cajas a la espera de una biblioteca.
Mi casa se convirtió en mi casa y se largó a llover.
Me gusta que en la heladera haya cerveza, coca ligth, agua, pan lactal negro, tolem, dulce de leche, un poco de hummus, un poco de puré de berenjena y un poco de kebbab (carne al fierrito) que sobró de ayer.
Me gusta haber puesto en el living una postal de un beso que me regaló A. en 1999 y que nunca puse en ningún lugar porque en la casa de mis viejos era algo prohibido (y cuando dejó de ser prohibido me olvidé).
Me gusta tirarme en el living a mirar y mirar y a leer cuando me canso de mirar.
Después de mucho, mucho tiempo, estoy en un lugar, sin querer estar en ningún otro.

viernes, enero 06, 2006

 

Observaciones de año nuevo

Yo casi no veo televisión, pero
¿a mí me parece o este año no salió el horóscopo chino de Ludovica Squirru?
Personaje de enero si los hay...
Ella y su año del...
¿Año de qué es el 2006?
¿No es del perro?
¿No es cada doce años?
(1982-1994-¿2006?)
Soy perro,
así que agradezco cualquier información al respecto.
PD: nunca pero nunca recuerdo a L.S, así que si ahora me acordé...
por algo será.

 

Embalaje

La biblioteca casi vacía, los libros en cajas que tapan el piso de mi habitación. Los álbumes de fotos sobre la cama, en mis manos y después en un bolso. Mirar todas las épocas, los personajes, compañeros, familia, amores. Los compañeros de secundario y los siete kilos de más que antes tenía y ahora no. Los cambios en mi cara, la ropa y los años. Simplemente miro y guardo. Encuentro una carta de antes. Que ojalá estemos bien después del viaje. Después del viaje cortamos. Encuentro mi contra-carta de despedida (después fueron como ocho cartas de despedida, un colmo, ¿no?). Pero no me apeno.
Sé que la gran caja de cartas, de otra época, vendrá en el embalaje de hoy. Pero no la voy a mirar en detalle. Ya la conozco. Adoro esas cartas. Podría mirarlas en cualquier tarde de lluvia y falta de amor. Derrochan amor para inundar el mundo.
Sigo guardando, la velocidad es lo que importa, y envuelvo cosas “frágiles” en papel de diario.
No tiro demasiadas cosas, pero porque no me detengo en cajones que tienen mucho para tirar. Programas de teatro. Guardo. Bolsitas de museos con folletos de ciudades. Guardo. Postales. Guardo. Mis crayones para cuando me deliro a pintar. Guardo. Lo que no, por ahora no tiro, sólo dejo ahí, abandonados papeles en cajones ya viejos.
Después me voy a dormir y sueño con una superposición de personas que aparecieron en esas fotos. Un gran comida en la casa de mi amigo JP que ahora está de luna de miel y en el sueño también, pero todos nosotros ahí, su hermana preciosa dando vueltas (a ella no la tengo en ninguna foto, sólo en mi cabeza), mis amigos de la facultad. Después esos amigos se transforman en compañeros de colegio. Mis amigas de siempre y los varones que dicen que me ven más flaca. Uno de los chicos (NP, ¡el que me gustaba en primer año!) habla de una chica y se pone a llorar. De pronto llegan los chicos de el interpretador y nos saludamos con besos en la boca.
Todos están ahí, en todos lados.
Cajas, bolsos y valijas.

jueves, enero 05, 2006

 

Stop

No sé si soy de manual psi o es el maldeldosmilseis: ayer me enfermé. Después de lograr pedir y que me den dos tardes para dedicarme a la mudanza (ayer era la segunda), tuve que irme del trabajo antes del mediodía, después de tomarme la presión y que diera 8-4 (más baja que mi baja presión habitual, que es 9-5 o 9-6). Tomé un gatorade, comí algo salado pero cuando llegué a mi casa vomité eso poco que había comido. Tenía que ir a la casa nueva. Ayer venía una chica a limpiar y tenía que esperar que me trajeran la heladera, entre las dos de la tarde y las nueve de la noche. Yo me retorcía. Me dolía la panza y como no tengo dónde acostarme, llevé la bolsa de dormir como si eso fuera una idea salvadora. Y no. El piso era demasiado duro para tolerarme tan molesta como estaba. Mi papá, entre paciente y paciente, venía a traerme algún medicamento para aliviarme, pero no. Tampoco. Por suerte los muchachos de Rodó llegaron temprano. Los recibí y decidí dejar a la señora sola. Volver a recostarme. Intentar estar tranquila. Dormí un poco y más tarde volví a vomitar, pese a que no había comido nada. Sólo agua. Más tarde todavía me subió la fiebre y después de recibir a mi visita, me dormí.
¿Son los nervios? ¿Es algo que cayó mal? ¿Importa saber qué es? Hoy me quedo en casa. Digo casa y es mi casa y es la de mis padres y mi casa nueva... ¿cuál es mi casa? Qué confusión. Estoy acá, en lo de mis padres que también es mi casa, y si junto fuerzas me pondré a embalar libros y cositas para tener todo listo y llamar a un flete el fin de semana. ¿Parar? ¿Había que parar? Yo soy de esas que no paran hasta que el cuerpo grita STOP, y a veces, ni así.
Que la salud me acompañe.

martes, enero 03, 2006

 

Cómo huir de la oficina y no caer en el intento

Necesito más tiempo. Venir a trabajar ocho horas no me deja terminar de pintar, hacer la limpiezaprofunda, comprar la heladera, la cama y que todo esté listo para mudarme. No puedo. Necesito más tiempo. Entonces qué hacer. ¿Llamar el miércoles y decir que estoy enferma? ¿Avisar? ¿No avisar y simplemente irme? Desde hace unos días la dinámica laboral es algo extraña: mi jefe inmediato renunció y por momentos, para las tareas cotidianas, no tengo jefe, pero para las consultas importantes y para chekear las tareas, mi jefe es el directorgeneraldelaorganización. Entonces qué. Qué hago. Llego a la oficina y llamo a la secretaria del jefejefe. Le cuento la situación. Necesito un día pero mejor dos medios días. Trabajar hasta las 13 y chau. Mandale un mail al jefejefe, dice. Entonces le digo esto:
Hola jefejefe:
Yo me estoy mudando y por ciertos trámites y cosas que necesito hacer para terminar la mudanza el fin de semana necesito pedirme un día. Lo que me parece más adecuado, por las necesidades de la oficina, es que sean dos medios-días. Es decir, trabajar hasta las 13 y después irme. Desde las 12 está Ariel, y entonces no quedaría la oficina vacía en ningún momento. De todos modos, siempre estoy con mi teléfono celular encima (secretariadejefejefe lo tiene) para poder ubicarme y yo venir ante cualquier necesidad.
Espero tu respuesta,
gracias,
Lolamaar.
Ahora espero respuesta. ¿Y si me dice que no? ¿Y si no me responde? Yo necesito irme. Necesito irme hoy, comprar la heladera en Rodó, ir a pintar, mañana a limpiar, necesito saber qué decir y qué hacer si me dice que no.
***
actualización, media hora después: jefejefe dijo "OK".

lunes, enero 02, 2006

 

Nueva temporada

Primer post del 2006. Dos de enero. Mi primer dos de enero en una oficina. Mi primer trabajo en una oficina. No es grave. Es año nuevo y todo continúa. No se corta por vacaciones. Pienso en fines de semana en alguna pileta. Ruego un fin de semana en la playa. Sol para broncearme.
Mi comprañera de oficina se fue y todo está tranquilo. El trabajo, más o menos bien, y algunos días de tirandomásabien que a másomenos (estoy optimista: hay días que pienso que es insoportable, pero no). Primer trabajo en oficina y primera casa. Algunos yendo a la montaña, otros yendo a la playa, otros en las oficinas o en sus casas quizá lean blogs como yo leí recién antes de empezar a escribir este post.
El fin de semana fue como un día extensísimo de unas cincuenta horas. En el medio, la noche de año nuevo (que para mí sigue siendo mejor que la de navidad) con mucha familia en casa (casa de mis padres, ahora), mis primos varones, las primas de mi mamá que son como mis tías. Faltaban mi hermana y Clarita. Hablo por teléfono con mi hermana y le digo que en el blog hay una foto del departamento, casi especialmente para que ellas vean.
Antes y después, sábado y domingo, lijar, pintar, manchar el piso, mancharme yo, mancharse él. D. firme conmigo, las lijas, los pinceles, el rodillo y las manchas. Estar o no estar. D. está ahí, está acá. Es fácil. Es divertido. Se puede.
Pienso que estoy como una madre primeriza, pero en vez de hijo con casa nueva. En vez de hablar de pañales, hablo de pinturas y visito bazares con devoción. Pienso en herrajes y lámparas. Me voy a volver aburrida y monotemática. Estreno dudas (prácticas: dónde, cómo, a quien llamar para... ) y corro el riesgo de volverme obsesiva (¿saldrán las manchas de pintura del piso? y ponerme a fregar frente a S., su chica y D. que intentan comprender y vaya a saber qué piensan). El balcón, al menos por el verano, es el lugar hitero de la casa. Las visitas se reúnen allí para mirar el cielo y delirar al deducir que la ciudad está llena de objetos voladores no identificados.
¡Temporada de ovnis! escucho en el balcón del piso 13.
Esperamos buenos capítulos.

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...viene a mojarse los pies a la luna...

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